El obispo de Zárate-Campana, monseñor Oscar Sarlinga, presidió la misa
en honor de la Medalla Milagrosa concelebrada por los padres José Luis
De Fina, Hugo Sosa y Bruno Tonelli, lazaristas, y los presbíteros Albino
Cabral y Agustín Arévalo, en el templo con esa advocación que la
Congregación de la Misión tiene en la ciudad bonaerense de Belén de
Escobar.
La iglesia levantada en los años ’70 junto al colegio San Vicente de
Paúl esta colmada de fieles, entre ellos muchas familias y niños.
Los días previos a las fiestas patronales los religiosos lazaristas,
presentes hace muchos años en la diócesis, invitaron a la comunidad a
los solemnes cultos y a rezar la novena.
Monseñor Sarlinga recordó que el Adviento significa “advenimiento o
llegada de Jesucristo a nuestras vidas, en un tiempo litúrgico que
expresa la gracia viviente que el Espíritu Santo confiere” y explicó el
sentido de “estar prevenidos” que proponía el evangelio del día.
Luego expresó su pesar por la ausencia del padre Rafael Carli, quien
murió el viernes 24 de noviembre de 2011, justo antes de las
celebraciones de la Medalla Milagrosa, pero a la vez mencionó que, ante
la partida de un sacerdote tan querido, destacó que en sus visitas
posteriores a la comunidad parroquial “no vio en el rostro de ningún
fiel amargura o desolación, sino esperanza, alegría y fe en la vida
eterna”.
Tras señalar que el padre Carli murió mientras rezaba el rosario, lo
definió como un sacerdote al que, con espíritu de fe, “podríamos decir,
creía cordial y profundamente en Cristo y la Iglesia, pues no hay
Iglesia sin Cristo y tampoco hay Cristo sin Iglesia, que es su Cuerpo
Místico y su Pueblo en camino a la Pascua Eterna, y esto con la devoción
que lo distinguía a la Santísima Virgen, que es Madre de Dios y Madre
de la Iglesia”.
Luego de hacer una serie de consideraciones sobre los frutos de la vida
espiritual, a raíz de la imitación de Cristo, y de hablar de la
presencia del Espíritu Santo en las familias y en comunidades, instó a
poner en el Adviento todo el ser para derribar barreras de enemistad,
para perdonar, para dejarse hacer creaturas nuevas en el Señor.
El prelado se refirió, además, a lo esencial del mensaje que la Virgen
transmitió a Santa Catalina Labouré, al que consideró “bastante poco
conocido y poco leído”, y mencionó que de los cinco puntos principales
que podrían resumirse, cuatro se han cumplido y uno no se ha manifestado
con tanta evidencia todavía, al menos en plenitud.
Aseguró también que la oración, el ofrecimiento, la penitencia, la
conversión, la alegría testimoniada, el amor ferviente a Jesús, pueden
iluminar la vida y la historia de los seres humanos, venciendo la
oscuridad que tantas veces se cierne, cambiando incluso el curso de la
historia si de verdad existe una conversión a Dios.
Monseñor Sarlinga sostuvo que la Virgen transmite esa necesidad de
acercarnos al Señor y a su amor, pues Ella es “esposa del Espíritu
Santo, la creatura más excelsa donde el Espíritu mora con mayor
plenitud, así como también toda la palabra de María, que significa toda
su profecía, que se ve como concentrada en el Magnificat, y esta palabra
es para nuestra salvación, y que en este sentido los cristianos tenemos
que ponernos más a disposición para ser ‘luz y sal’ para el mundo, a
comenzar por la fe, la esperanza y la caridad, y esta última también en
su dimensión social de la solidaridad, la realización del evangelio del
amor”.

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