LOS CARDALES. (ZENIT.org).- El obispo de la diócesis argentina de Zárate
Campana, monseñor Óscar Sarlinga, entronizó un icono de Nuestra Señora
del Pozo, patrona de las personas que sufren depresión, este sábado en
la parroquia Sagrada Familia de la localidad de Los Cardales (Buenos
Aires).
Se trata de la segunda imagen de Nuestra Señora del Pozo entronizada,
después de que el obispo Salinga entronizara otra en la parroquia Santa
Rosa de Lima de la localidad de Pilar en el año 2007, informó a ZENIT el
obispado argentino.
Monseñor Sarlinga fue también quien, en 2006, la nombró patrona de los que sufren depresión o estados de angustia.
Esta advocación data del año 1256. La imagen original de Nuestra Señora
del Pozo, pintada sobre una baldosa de piedra, se encuentra en la
iglesia de Santa María in Via, en Roma.
En el siglo XIII, esa imagen fue lanzada a las aguas de un aljibe de la
casa de un cardenal en Roma, pero milagrosamente quedó flotando como
cerniéndose por encima de las aguas.
Un miembro del personal de servicio de la casa había arrojado la pesada piedra al agua, quizá por despecho, enojo u odio.
El pueblo romano y el mismo papa consideraron que la Virgen quería
manifestar que pese al hundimiento de quienes nos odian, o no nos
conocen, o están heridos y por eso nos hieren, siempre podemos resurgir y
levantarnos, incluso contra las leyes de la naturaleza física y del
psiquismo.
El papa Honorio honró a la imagen en 1256 llevándola en procesión por la ciudad de Roma.
Ahora, esta Virgen sugiere a numerosos fieles la posibilidad de volver a
levantarse, resurgir, desde las profundidades del ahogo, de la tristeza
y de la sin-salida.
Alegría cristiana
El obispo Sarlinga reconoce la “necesidad pastoral de afrontar con fe y
esperanza el panorama de angustia y depresión en que viven no pocos
hermanos y hermanas nuestros”.
En una carta que dirigió en 2007 a las personas que sufren depresión,
angustia y situaciones de grave necesidad, recordó que “la alegría
cristiana, en cambio, proviene de la esperanza que no defrauda, ese «ya
pero todavía no» que es anticipación de la Gloria del Cielo”.
Reconoció que “la esencia del sufrimiento consiste en cierta
desintegración del ser, incluyendo el pasado, el futuro, el sentido de
la vida de alguien, sus intenciones y proyectos, sus ideas de fuerza y
sus creencias”.
Y precisó que “en la depresión como estado pato-lógico se pierde la
alegría y satisfacción de vivir, la capacidad de actuar y obrar, y la
esperanza de recobrar el bienestar, cayendo en un sombrío ánimo”.
Según el prelado, “la depresión es un mal particularmente complejo y
presente en nuestra época contemporánea, caracterizada –como ninguna
otra época- por el avance de los conocimientos científicos y del dominio
del hombre sobre el planeta, pero también signada por el abandono, la
soledad, la incertidumbre y las mil y una posibilidades de frustración,
tantas veces originadas en el sinsentido de la vida, esto es, en que la
vida humana aparece para muchos desprovista de sentido, o bien en
factores externos, como graves injusticias infligidas, injusta miseria,
desengaños, calumnias, estafas, trágica pérdida de seres queridos,
pérdida de fe y esperanza por escándalo o pereza o malevolencia de
quienes debían ayudar”.
Respecto a las personas que cuidan a una persona deprimida sin una tarea
terapéutica específica, por ejemplo quienes atienden a nivel pastoral a
quienes más sufren, indicó que su función “consiste sobre todo en
ayudarle a recuperar la estima de sí misma, la confianza en sus
capacidades, el interés por el futuro y el deseo de vivir”.
También animó a asumir el sufrimiento como forma de participación en la
Pasión de Cristo, así como a orar y a participar en los Sacramentos.
“Una recuperación espiritual será de invalorable ayuda para quien
sufre angustia, depresión y estados de urgente necesidad -aseguró-,
porque lo ayudará a amarse más, a valorarse más, y a recobrar el sentido
de la justa lucha, de la esperanza y de la salida a la oscuridad de la
desesperación”.
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